23 octubre 2022

ESTO PASABA EN EL VECINDARIO CUANDO HABÍA CINES

Por Dany Gómez
Día Seis

Publicado en el diario Formosa, edición impresa y digital del miércoles 26 de octubre:
https://www.diarioformosa.net/esto-pasaba-en-el-vecindario-cuando-habia-cines

 
En 1975 había cuatro cines en Formosa: Gran Cine Italia, Gran Cine Argentino, cine Español y cine Lelong. Operaban en tres funciones: Matinée, desde las 14; Familiar desde las 16:30, Noche, desde las 21 y algunos fines de semana, Trasnoche desde las 0:30, a continuación de la función nocturna y con el mismo boleto. La programación de la noche y trasnoche tenían sustancia de filmes prohibidos para menores de 18 o 21 años.

Las paredes del hall de los cines estaban llenas de afiches de películas a estrenarse en las próximas semanas. Generaban expectativas pero a veces los carteles desaparecían y nos quedábamos sin proyeccción. Pero no todo era desazón y quedarse con las ganas.

Un día de 1980 pasé por el cine Italia. Su vereda, como siempre, estaba intervenida por el soporte de los carteles. Y ahí vi el anuncio del increíble estreno del próximo martes: se me apareció el afiche de El tambor de hojalata, un peliculón de putamadre dirigido por Volker Schlöndorff basado en la monumental novela del escritor alemán Günter Grass, premio Nobel de Literatura 1999. El filme ganó la Palma de Oro del Festival de Cannes y del Oscar a la mejor película de habla no inglesa en 1979 de la mano de Mario Adorf, Angela Winkler, Daniel Olbrychski, Katharina Thalbach y hasta Charles Aznavour. Pero quien se comió bocado a bocado esta obra de arte fue el actor de 11 años, David Bennent, que materializó el controversial personaje del niño Oskar Matzerath, que frenéticamente hacía sonar su tambor de lata para manifestar su rechazo al Tercer Reich, además de negarse a crecer.

A pesar de todo y convencido de que esta cinta no iba a proyectarse, la película fue estrenada en Formosa. Tal vez el eterno censor Miguel Paulino Tato le perdió el rastro a las latas con carreteles de celuloide y la distribución ganó el partido. Hubo tijera en varios países paladines de la libertad de expresión. Los censores de Ontario (Canadá) la recortaron y después la prohibieron. En Oklahoma (EE. UU.) hubo una redada confiscatoria de los ejemplares de la cinta y amenazaron con procesar penalmente a una persona que alquiló la película.

David Bennent estuvo en otra joya que pudimos disfrutar en el cine Italia: Día de perros, de 1984, película francesa dirigida por Yves Boisset. Bennent, ahora con 16 años, fue elegido para transitar por esta sabrosa historia dando vida a Chim, junto a Lee Marvin (Jimmy Cobb) y Miou-Miou (Jessica). Jimmy robó varios millones de dólares en un banco de Orleans y, esquivando la persecución policial, irrumpe en una granja de la región de Beuce. Esa llanura del Norte de Francia y sus interminables sembradíos de trigo son el paisaje dominante en el que Jessica parece ser la única persona decente de una familia sin alma y en constante zozobra. Chim le da color medular a la historia y hace añicos las intenciones de los que lo rodean.

El Gran Cine Argentino puso en pantalla la vanguardista Las cosas de Richard, de 1980, drama británico dirigido por Anthony Harvey. Es una rareza cinematográfica protagonizada por la multipremiada Liv Ullman, actriz, escritora y cineasta noruega que estuvo al frente de nueve películas del descomunal e insondable Ingmar Bergman, con quien tuvo una hija. La segunda actriz es Amanda Redman a las que se suma el inigualable Richard Burton. La historia pone en el mismo camino a dos mujeres que se encuentran luego de la muerte del hombre que fue, al mismo tiempo, esposo de una y amante de la otra. Cuando se enteraron de esto, las chicas le sacan el jugo a la reflexión y, lejos de pelearse, comienzan una relación lésbica.


El Gran Cine Italia mantuvo varias semanas en su vestíbulo el afiche de la película El Principito, un drama musical angloestadounidense de 1974 basado en la novela de Antoine de Saint-Exupéry. Fue dirigida por Stanley Donen con letras de canciones y guion de Alan Jay Lerner y música de Frederick Loewe. Luego de hacernos esperar, finalmente se estrenó en 1977 a sala desbordada. Las localidades se agotaron y me dejaron entrar gratis, pero me advirtieron que no había más asientos. Toda la película estuve parado en la planta alta del cine.

El niño de ocho años, Steven Warner, protagonizó la historia junto Gene Wilder (el Zorro), Víctor Spinetti (el Historiador), entre otros. Pero los fotogramas culminantes de la cinta tienen al gran bailarín Bob Fosse interpretando a la Serpiente que, luego de sus enseñanzas al pequeño, lo muerde mortalmente. Lo más alto de esta maravilla cinematográfica es la escena en la que este coreógrafo inigualable despliega esquemas y pasos de baile imitados diez años después por Michael Jackson, incluída la famosísima caminata lunar.

Las butacas de madera y mimbre del Cine Lelong nos atraparon para ver Boquitas pintadas, de 1974, obra argentina del gran Leopoldo Torre Nilsson, uno de los cineastas representativos del cine nacional. Está basada en la novela de Manuel Puig, de 1969, autor del guión junto con Torre Nilsson. La música es de un compositor de alto vuelo: Waldo de los Ríos. Para el disfrute del espectador, ahí están los immortales Alfredo Alcón, Luisina Brando, Marta González, Raúl Lavié, Cipe Lincovsky, Leonor Manso, Mecha Ortiz, Isabel Pisano y Luis Politti.

El cine Lelong puso en su pantalla una película de Isabel Sarli, tal vez Fiebre. La presencia de este ejemplar de la galaxia Sarli-Bó en la sala del barrio San Miguel generó comentarios de rechazo del cura párroco, Aldo Nucifora. Este franciscano no imponía nada y uando veía algo que interfería con la cristiandad, lo marcaba con inteligente prudencia y sin fomentar escándalos. Varias homilías del sacerdote portaban contenido en clave de cristiana percepción de lo pecaminoso. En definitiva, entre confesiones, comuniones, consagraciones y actos de contrición, en la capilla-taller de la esquina de Castañeda y Arenales se publicitaba esta película de Armando Bó.

Otra obra maestra del cine nos metió a varios en el cine Argentino. Traigan la cabeza de Alfredo García, coproducción méxiconorteamericana de 1974, dirigida por Sam Peckinpah, también autor del guión junto con Gordon Dawson. Esta cinta de acción fue considerada en su momento como extrema y ridículamente violenta; portadora de episodios irracionales salidos de la mente de un realizador que despertó un intenso culto a sus obras, aun vigente. El actorazo Warren Oates nos regaló el inolvidable personaje del despavorido sicario Benny. Si en el cine hay un antes y un después de Sam Peckinpah, esta película y su elevada concepción artística y cultural es el punto exacto de inflexión que confirma todo lo que se dijo, se dice y se dirá de este enorme realizador.

Y hay más de Peckinpah. Pat Garret & Billy the Kid, de 1973, fue otra carga explosiva de este cineasta detonada en 1977 o 1978 en el cine Español. Es un western que va más allá del género. Amistades eternas y otras hipocresías, corrupción, pulcros personajes con rumbo a deterioro moral seguido de muerte, son los metales que van a parar al tacho de fundición del que saldrán las democráticas balas que sostienen el American way of life. El famoso pistolero, el Kid, queda en manos de Kris Kristofferson. El delincuente Pat Garrett, amigo y enemigo de Billy, hoy sheriff en la zona y matón de un gobernador, recibe la luz del actor James Coburn. Y como detrás de toda buena película hay buena música, la banda sonora es para entregar las armas y organizar el desarme mundial: Bob Dylan es el autor de todo lo que se escucha y no falta arte. Compuso el glorioso poema musical Knockin’ on Heaven’s door (Golpeando a las puertas del Cielo).


(A mi hermana Mabel; a mi amiga María Alejandra). Volvemos al cine Italia en los albores de la catástrofe del cine y su género más catastrófico: el cine catástrofe. Tiburones políglotas y glotones, pulpos que leen la mente, cardúmenes de pirañas gulas del más allá mejor organizadas que el Ejército Prusiano y sanguinarias ballenas intelectuales alimentándose de bikinis bajo el agua son algunos ejemplos de fauna organizada para la destrucción total. Pero si hay caos debajo, algo debe estar carbonizándose sobre la superficie de la gran ciudad.

Infierno en la torre apareció en el cine Italia en la misma semana de otra gema: Conrack, de 1974, dirigida por Martin Ritt. Está basada en la novela autobiográfica de Pat Conroy, que no es cualquiera. Fue guionista de El príncipe de las Mareas, película de 1991 que tuvo siete nominaciones para el Oscar. Todas las funciones del cine ardían con el fuego del rascacielos. Conrack se proyectaba en primera parte. El actor Jon Voight muestra al profesor de una remota comunidad afroamericana y semianalfabeta en Daufuskie Island, South Carolina, USA. La dificultad fonética de los niños convertían al apellido Conroy del maestro en Conrack. A este docente se le ocurrió educar a estos chicos antes que instruírlos o entrenarlos. Y la ira del sistema trajo la catástrofe a la comunidad: Despidieron al profesor. Tristes escenas de una historia maravillosa y humana para desperezar la consciencia del espectador, especialmente en el momento en que los alumnos pusieron la Quinta Sinfonía de Beethoven para despedir a su maestro.

(A Lito Chavez). El cine Argentino puso en la pantalla blanca de la sala la película La isla del tesoro, de 1972, dirigida por John Hough. Esta adaptación de la hermosa novela de Robert Louis Stevenson quedó en manos de un sólido maestro del cine de todos los tiempos, Orson Welles que, además, interpreta al manipulador pirata pata de palo Long John Silver. Este enorme artista del cine fue perseguido por el regimen fascista de Joseph McCarthy, un senador yanki envenenado de odio anticomunista que veía en gente como Welles a un enemigo del American dream. Eso obligó al realizador a autoexiliarse en España. La película se rodó en locaciones de la península Ibérica.


(A Lito Chavez). La última película que vi en el Gran Cine Argentino fue otra adaptación de la novela de Stevenson, La isla del tesoro, de 1990, dirigida por Fraser Heston. Un placer total es esta peli. Los admirables actores Oliver Reed, Christopher Lee, Julian Glover, Pete Postlethwaite y otros conjugan una seria historia de aventuras, coronada por las interpretaciones de Charlton Heston, el padre del director, en el papel del miserable Long John Silver, y el espléndido Christian Bale encarnando al joven Jim Hawkins, que hunde en el fracaso al pirata Silver y sus intenciones de apoderarse del colosal tesoro escondido en la isla. La música, los paisajes y un barco real –La Hispaniola– son para emocionarse completamente.

Fue una despedida a lo grande para un cine cuya magia hecha de arte, besos, amor y rateadas escolares, parece haber desaparecido por el accionar de un supermercado y su doméstico cargamento de góndolas y mercadería. Lo único que queda del pirata en la que alguna vez fue la sala del Gran Cine Argentino es su apellido en los potes de desodorante y antitranspirante para hombres con el sugerente nombre de Nivea Silver.

No solo estas manifestaciones artísticas se filtraron en nuestros cines, tal vez, por un capricho del destino. Hay mucho y de todo. Nuestras salas fueron las locaciones de valiosos actos de fe, plasmados en la proyección de obras maestras del cine que hicieron que más de uno en el vecindario adopte posturas serias luego de disfrutar obras de arte en celuloide. Así fue formándose un pequeño eslabón, hoy convertido en la gran cadena de transmisión de ese poderoso motor de la expresión audiovisual que es la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica - Sede NEA (ENERC NEA) y su impecable misión de formar Realizadores Integrales. Jóvenes de la región que decidieron dejar de ser espectadores y adquirieron conocimiento y entrenamiento suficientes para despertar interés en aliados que habitan en el vecindario para describir sin falsificaciones a nuestra aldea.