Un ventarrón de psicodelia intensa
Por Dany Gómez
La noche del sábado 30 de diciembre de 2023, el JBC Club, de la ciudad de Formosa (avenida 25 de Mayo 1.131), fue el escenario del concierto de dos bandas de rock y dos DJ. Y fuimos. Entramos, una galería finaliza en el bar. Ahí, a cielo abierto, el enorme patio con el escenario mirando al Este, en la ubicación exacta del epicentro de una detonación artística y cultural inolvidable. La noche con cielo despejado y clima primaveral sorprendió por ser vencedora de la lucha de clases contra el quemante verano nocturno de Formosa, al que obligó a retirarse por un tiempo.
Nico Lucarelli y Mono Moreira fueron los DJ con sets del más allá para advertirnos que esto podría no parar nunca. Y arrancó Nico para despertar el hambre de música de quienes estuvimos ahí.
Lucas Caballero (guitarra y voz), Juanma Ramírez (batería), Federico Baldús (voz y guitarra), Agustín Garay (bajo), Guillotina (rap), Gastón Benítez (guitarra) y Juanmi Castellani (guitarra) |
La medianoche hizo visible a SundayGrunge en el escenario. La banda de Marcelo Z, Rodrigo Ferrari, Fer, Juan Bautista Cáceres y Emilio Pereira nos ofrecieron grunge sangrante en una noche que comenzaba a mostrar hilachas de un encantamiento, ratificado por episodios futuros.
Lucas Caballero (guitarra), Guillotina (rap) y Federico Baldús (voz y guitarra). Detrás, Gastón Benítez (guitarra) y Matías Romero (violín) |
Guauchos viene sustancia musical creada por Federico Baldús (voz y guitarra), Juan Manuel Ramírez (batería), Lucas Caballero (guitarra y voz), Matías Romero (violín), Agustín Garay (bajo), Juanmi Castellani (guitarra) y Gastón Benítez (teclados y pistas). Hubo invitados de lujo: Patricio Baldús (batería), Fidel Ramírez (interprentando El canto de los pájaros), y Guillotina (rap). Y un equipo con lomo suficiente: David Lezcano (fotos), Marcos Ramírez (booking), Tata Machado (sonido en escenario), Leo (luces), Ramiro Berentz (sonido), Gabi Aráoz (asistente de escenario), Matías Murúa (fotos en JBC) y Fernando Agüero (asistente de producción).
Hasta acá, lo fácil de contar. La descripción material y meramente numérica son los elementos de un simple y candoroso artículo de prensa con datos claros y netos. No se perciben ingredientes que alimenten la sospecha de que algo podría alterar la inocencia de un show de rock de fin de año.
Entonces todo arrancó. Después de SundayGrunge, los DJ fueron los preppers de lo que estaba cocinándose. Hacia las 1.14, el escenario dejó de ser la elemental obra de madera y fierros que son el sostén del instrumental para un show musical en vivo. Estaba convirtiéndose en algo más. Comenzó a desparramarse identidad con melodías de una guarania del colosal José Asunción Flores, el paraguayo creador de ese género musical. Se escuchaba India, en la versión del conjunto Vocal Dos (Carlos y Jorge Necho Pettengill), declarada Canción Nacional Paraguaya, monumental obra con letra de Manuel Ortiz Guerrero. La versión de la canción es culturalmente significativa.
Tratar de explicar lo que vino después no podría hacerse sin que a uno lo califiquen de mitómano, fantasioso, fabulador u operador vende humo con sabrosa pauta. Esa madrugada formoseña fue el momento perfecto para una entrega musical artística y cultural potente que no se olvidará. Hablar de la solidez de Guauchos es casi como contar a medias lo envolvente de un show que pegó fuerte y emocionó hasta el punto de la incontinencia lacrimal. Y hubo también canciones nuevas, las del próximo disco.
Todo lo que nos regalaron los Guauchos tenía sustancia de método y actitud que solo habitan en el alma. El show completo fue un exquisito ventarrón de psicodelia intensa, con unos Guauchos que se apoderaron de todo y lo convirtieron en ofrenda. Los vimos jugando en el escenario. Jugando como niños y, además, con niños. Es que Patricio es hijo de Federico, y Fidel lo es de Juanma. Ambos fueron invitados. Y esto sigue. Familia en el escenario y otra familia en el público cantando; recantando. Y eso es lo que nos pasó a quienes estuvimos ahí. El recital fue una notable sucesión de sorpresas, una tras otra, sin lapsos de tiempo perdido o de relleno. No hubo momentos mejores que otros. Fue un show explosivo desde el primer instante hasta el último, cuando el Chamamix fue el soundtrack de la poesía de Guillotina y su poderosa presencia. Finalmente, Mono Moreira batió beat el resto de una alucinante noche que despertó con un sol formoseño sin mezquindad.
No hay idioma ni palabras para explicar lo que se sintió… lo que aún se siente. Esa noche, el Club JBC se convirtió en la Salamanca. Quienes estuvimos ahí nos vimos envueltos en un aquelarre con el valor de un acto de fe purificador de este presente extravagante con rumbo a un futuro incierto cargado de sospecha. Lo que fuese, lo que se hubiese engendrado, nació perdedor frente a estas entregas del alma.
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